Propendiendo por una educación que incluye todas las voces, con referentes comunes y un modelo operativo para la participación social en la construcción de de la sana convivencia y la incorporación de mejores prácticas, ofreciendo las herramientas adecuadas para responder a las expectativas de nuestro modelo educativo y fortaleciendo las competencias ciudadanas.
Tradicionalmente se ha considerado la educación como proceso en el que el gran protagonista era el docente, único portador y garante del conocimiento, y donde la relación comunicativa que se establecía en el aula era unidireccional. Un proceso en el que los estudiantes no tenían nada que aportar, nada que decir, nada que opinar, nada que cuestionar. Esta perspectiva educativa, no corresponde a las demandas de nuestra sociedad actual ya que nuestro modelo se debe orientar al desarrollo de competencias.
La metodología participativa en el aula se fundamenta en la responsabilidad del educando en el proceso enseñanza/aprendizaje, con un carácter interactivo y basada en la comunicación abierta, y el dialogo participativo entre docente y estudiante, y entre estudiante y estudiante, así como la fuerza creativa del sujeto y grupo.
La metodología participativa se basa en el protagonismo del estudiante y del grupo; del primero como ser individual que puede portar mucho a su propio proceso de enseñanza/aprendizaje, y el segundo como espacio privilegiado de aprendizaje (Monescillo, 2002).
La metodología participativa se fundamenta en los procesos de intercambio (conocimientos, experiencias, vivencias, sentimientos, entre otros) de resolución colaborativa de problemas y construcción colectiva de conocimientos entre los sujetos que componen el grupo.
Los ejes fundamentales de la metodología participativa deben ser la comunicación y la participación, rechazando la tolerancia pasiva del alumno y promoviendo su actividad, haciéndolo sensible a valores como la liberta y la igualdad.
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